30 de Septiembre 2004

No olvido

Esto lo escribí hace algún tiempo, pero no había sido capaz de leerlo sin emocionarme hasta hoy, por los recuerdos que arrastra para mí. Ahora, más de 6 meses después, ya no me ahoga el alma como entonces. Parece que es cierto que el tiempo lo cura todo...

Qué facil es robar la alegría al mundo

Hoy vivo la mañana después. Una mañana más. Todo es igual pero distinto al mismo tiempo. Las calles están desiertas. En el tren que unas horas antes fuera inesperado ataud de inocentes, apenas se puede respirar. Todo el mundo mira al vacío evitando el rostro de los demás, como si se sintieran avergonzados de ser seres humanos tras ver lo que estos pueden llegar a hacer.

Pasan nerviosos las páginas de sus periódicos, deseando que todo lo que leen quede en ellas y que al pasarlas desaparezca esa rabia contenida que sienten. Pero cuando terminan y lo doblan la realidad sigue allí.

Una mujer comenta algo en otro idioma y sonríe a una compañera. Pero al levantar la cabeza nuestras miradas la censuran y esconde su cara, avergonzada. Hoy no existe la felicidad, cualquier recuerdo de ella es un vago espejismo y recodarla un silencioso pecado.

Cuerpos vacíos deambulan por las estaciones. Veo una mujer con los ojos hinchados que busca otros ojos que la reflejen... y encuentra los míos, pero hoy no son un consuelo.

En el metro el silencio me produce escalofríos. Nadie lee, nadie habla, parece que ni siquiera respiren. Lloran por dentro, algunos también por fuera... ¿Cuántos hemos muerto?. No puedo evitar emocionarme, y entonces soy yo quien busca desesperadamente otros ojos que me den una esperanza, o una sonrisa que me recuerde lo bella que es la vida. Pero nadie regala sonrisas hoy... tanto nos han robado...

La primera parte de mi viaje termina en la estación fantasma. A lo lejos los operarios continúan su trabajo retirando los restos de la barbarie. Me acerco hasta donde mi corazón me deja, mucho antes del cordón policial y fotografío de lejos. "Para no olvidar" me digo.

Ahora todo es real. Siento mi saliva más amarga. Lo de ayer... era real.

Pienso por qué motivo retengo mis lágrimas. Me duele. Quiero llorar... y lloro. Llamo a mi madre para que no se preocupe. "Mamá, llegaré a las 12:30". "Mamá, estoy viendo los trenes..." se me quiebra la voz... "esto es muy fuerte, mamá".

Me he acercado más y llevo la cámara de fotos, pero no puedo usarla. No puedo fotografiar esto, es inhumano. Me avergüenzo de haberlo hecho antes. Es como un alfiler, que parece más inofensiva cuando está lejos, pero cerca hace daño. Algunos hombres a mi alrededor sí hacen fotos, hasta que un policía les pregunta si son de la prensa... "No se pueden hacer fotos" les dice. "Yo creo que es de sentido común". Vaya. Parece que esa sensación que me oprime el pecho y me impedía sacar siquiera la cámara era el "sentido común". Dos palabras vacías hoy.

Miro a mi alrededor y veo que no soy el único que llora, pero sí el único hombre que lo hace. Pienso por qué solo las mujeres son capaces de exteriorizar sus sentimientos y decido que quizás sea cosa del amor que desprendemos cada uno, que en ellas es innato y a muchos hombres les está negado.

Me seco las lágrimas y me alejo de allí a buscar mi tren. El que me aleje de todo. El que me lleve a mi tierra. A abrazar a mi madre, a mi padre y a mi hermana, a contarles que estoy vivo y que esto solo ha sido un mal sueño, pero no dormí esa noche. Que me salvé de la muerte, ironías del destino, por decidir estar un día menos con ellos.

Aunque el dolor ya no sea tan intenso, no olvido

Escrito por Eydrom a las 8:30 PM | Comentarios (1)