Ayer aprendí que todo lo que construímos en nuestra vida se sustenta sobre un alfiler. Todo el esfuerzo, todo el cariño, tanta energía, el tiempo perdido en emplear la vida... Un soplo de viento puede destruirlo todo, porque la base siempre es débil... porque nosotros somos débiles.
Cuando todo es perfecto, algo va mal. Porque un segundo de perfección nos daría la categoría de dioses, y ese puesto no tiene vacantes...
Continuamente saltamos al vacío en cada paso que damos, y la suerte pone una nueva baldosa bajo nuestros pies. Un día sin problemas es un regalo del cielo que no sabemos apreciar.
Y ese soplo de viento frío, esa punzada en el alma que abre una herida que nunca cicatrizará del todo, porque su recuerdo la mantendrá siempre viva. Ese error del que buscamos perdón y no nos perdonamos, que nos tortura y nos desgarra, que rememoramos mil veces intentando que la siguiente sea menos dura, pero al tiempo descubrimos que si lo hacemos es para castigarnos: y cada vez que lo traemos a la memoria lo atamos de lastre a nuestros pies, para hundirnos más en el abismo y cumplir esa condena que nos imponemos... y que solo la justicia de la experiencia nos absolverá con el tiempo por buen comportamiento...
Qué dura es la vida, que nos hace aprender a base de golpes que no vemos venir, para poco a poco restarnos las ganas de vivir y que al morir lleguemos a rastras para encontrar descanso y no castigo.
Qué duro el no saber olvidar los errores ajenos. El no saber perdonar. El perdonar con condiciones. El condicionar el amor. El amar con memoria. El recordar siempre lo que debimos olvidar. El olvidar cómo se amó.
En un abrir y cerrar de ojos, un año más... y uno menos
Cada vez pasan más rápido...
Muchas gracias a toda la gente que se ha acordado de mí y me ha felicitado, y a los que no se han acordado pero sé que me quieren ;)
Algo me dice que mis 23 van a ser geniales...
Un abrazo a todos ^^
Anoche soñé que exploraba mi selva... y encontraba sus límites; sus peligros, mis oasis y sus bestias, mis placeres, mis silencios y sus perfumes, mis gritos, mi dolor, mi tristeza...
Pensé que conociéndola llegaría a entenderla, pero solo encontré más tierras sin fronteras, más paraísos y trampas, de placer condenado, de alegría, de lágrimas dulces y pasión contenida... de vida. Comprendí que mi selva era tan compleja que intentar conocerla solo la haría más extensa.
Pero mi sueño caprichoso
de enigmas siempre lleno,
me llevó al final del camino
donde no transcurre el tiempo.
Quería saber quién soy
cuando me asomé al abismo,
y dos rostros me miraron
el de un hombre y el de un niño.
Un niño tímido que camina solo
y a tientas se cruza en la oscuridad,
con el valiente hombre que ve
en cada segundo una oportunidad.
Hay noches en que el niño despierta
buscando caricias de sueño conciliar.
Y siempre el hombre el que lo vela
para que nunca deje de soñar.
Hay días en que el niño vaga triste
con la mirada perdida, sin edad.
Y el hombre lo coge en brazos y camina,
con paso firme, hacia el final.
Tras las cerradas puertas del pasado sin sentido, vuelo hacia el horizonte, de la mano de un niño y de un hombre, que juntos me ayudarán a explorar, lo que soy y lo que siento, la selva de mi alma, mi verdad.