Hoy siento odio.
Me consume, me quema en el pecho. No puedo guardarlo dentro de mí, pero me cuesta sacarlo, intento dejarlo escapar por mi mano a raudales hacia estas hojas en blanco, inocentes. Inocentes como las personas que este amanecer iban a ganarse el pan y labrarse un futuro.
Aún no me creo lo que ha ocurrido, es algo demasiado fuerte para digerirlo, demasiado amargo, demasiado ácido.
La suerte ha querido que no coja el tren esta mañana. Pero estos hijos de puta no me van a poner triste ni a meterme miedo, ni me van a quitar las ganas de vivir que tengo.
Me da asco este mundo, me avergüenzo de ser humano habiendo seres de mi raza como estos. No puede haber ningún objetivo detrás de este terror, nada puede basarse en esto. ¿En qué familia se han criado? ¿En qué ambiente para no ponerse en el caso, por un momento, de que alguno de los que viajaban en esos trenes podían ser sus amigos o familiares? ¿Hay algo más valioso que la vida de una persona? ¿Hay algo por lo que luchar que valga más que eso?
Hoy no existe el perdón.
No podemos pedirles que piensen porque los animales no saben hacerlo. Son errores de la naturaleza que no merecen vivir. Que se pudran en el infierno, todos muertos, todos dentro de esos vagones. Todos en las cárceles junto al resto de presos, soltadlos y que se haga justicia haciendo oidos sordos a sus gritos de clemencia.
En estos momentos justifico la pena de muerte si es para aniquilarlos a todos, que se ceban con inocentes para gritar graznidos que nadie entiende.
Pero tampoco merecen morir, merecen sufrir, agonizar, vivir largos años de dolor y acabar como viejos moribundos en la más absoluta soledad. Si hay justicia tras la muerte, que su alma lo pague eternamente.
...
En mi afán de ver el lado bueno de las cosas solo puedo sacar algo positivo de lo ocurrido hoy: ver la gente que me quiere y se ha preocupado por mí y darme más ganas de vivir el hoy con fuerza porque el mañana son tinieblas...
- Tú
- Mi vida
- La gente dulce
- Hablar
- Mirarme en los espejos
- Las reconciliaciones
- Escribir
- Los masajes
- Mi familia
- Los besos sencillos
- Las películas tristes
- Las sonrisas
- Dormir
- Soñar
- La cerveza
- Los anillos
- Las letras de Manolo García
- El arroz de mi madre
- La brisa
- Los ojos profundos
- Las miradas sinceras
- Leer
- El agua
- Que me cojan del brazo
- Que me abracen
- Escuchar
- Conocer gente nueva
- Los consejos
- Los detalles
- Mojarme bajo la lluvia
- El amor cuando es de verdad
- Ayudar
- Los guiños
- El pelo largo
- Las promesas
- Pensar
- La música
- Lo improvisado
- Las conversaciones sin palabras
- Enseñar
- Aprender
- Los héroes
- El preludio a la tormenta
- La mirada de un niño
- Los dobles sentidos
- Mi gente
- El color azul
- Las fotos
- Viajar
- Yo
Me pregunté qué había sido mi vida y descubrí que eran solo recuerdos. Imágenes que nuestra alma limpia y guarda nublados, para que solo veamos lo mejor de ellos. Que nos visitan a veces, cargados de sensaciones, para recordarnos que el mundo puede ser perfecto, porque un día lo fue y así lo vivimos... o así lo recordamos.
Y los mejores no se olvidan jamás, haciéndote viajar en el tiempo cuando tienen la bondad de regresar. Te hacen volver a otra edad, otros sentimientos e ilusiones. Te roban por momentos la experiencia que te ha hecho madurar y te hacen volver a ser un niño.
Algunos nunca existieron y decidimos crearlos, olvidando al tiempo que lo hicimos. Tramposos suspiros que alegran nuestra vida, ya que al recordarlos los vivimos.
Otros nunca debieron exisistir y no los olvidamos por el mero hecho de intentar hacerlo. Son sucios cristales, que solo el tiempo logrará limpiar, y nunca quedarán perfectos.
Todos ellos nos dan forma, y como esporádicos viajeros, nos visitan esas tardes de sol templado, de olor a lluvia y cielo nublado. Y nos dejan comprar de nuevo ese billete, para la función que escribimos y hace mucho estrenamos...
Érase una vez comienzo,
deseando que fuera un cuento.
Érase una princesa prisionera
de un reino desierto,
que quiso ser flor
y estrella al mismo tiempo.
Pero aunque tenía alas
para volar tan lejos,
nadie le enseñó a usarlas
y las perdió en el recuerdo.
Su amor la subió a lo alto
y aunque estrella de su cuento,
gritó para que la vieran
pero nadie miró al cielo.
Maldijo esos ojos mundanos
que miran solo lo terreno,
y pensó que ninguno habría
que mirase el firmamento.
Decidió ser flor entonces,
para dar sentido a este cuento,
y olvidó que era una estrella
y guardó su brillo dentro.
Siendo flor se sintió amada
y los hombres la quisieron,
pero todos la despreciaron
por no entender su secreto.
Y a ella le cantaban
los trovadores de su reino:
"Bella flor la princesa
que de tanto amor muere,
tanta pasión en sus venas
que ama y amar no puede"
Carceleros la atraparon
y por momentos le dieron,
el amor que les sobraba
para tenerla junto a ellos.
La convencieron de que no era nada
que solo merecía el desprecio,
y la bella flor, agotada,
poco a poco fue muriendo.
Pero un amanecer, un niño la encontró. Rendida y sin brillo, herida, sangrando sin espinas, y por un momento nada más existió. La abrazó contra su pecho y la sintió llorar, lágrimas amargas sobre rizos oscuros, agua salada sobre el negro mar. Y abrazó a la que en ese instante era su niña, desconsolada y arrepentida. La abrazó y deseó tenerla allí para siempre, para que nunca más estuviera sola. Sintió no haberla encontrado antes, no haber podido protegerla de la lluvia y el frío, de todo lo que la había hecho sufrir.
La sintió suya por un instante, uno de esos momentos que el corazón no olvida, porque lo hicieron latir de verdad. Decía no saber brillar, pero lo hacía con tanta luz que ni ella misma la veía. Con un brillo que solo aprecian los ojos acostumbrados a la oscuridad. Intentó enseñarle cómo volver a hacerlo, guiarla hasta esa puerta que la hiciera escapar. Pero no encontró la llave, y no sabía dónde buscar.
Su alma, rota en pedazos, cristales en la oscuridad, de sus ojos.. oscuros que miraban a la nada porque nada esperaban encontrar. Tanta vida en tan poco espacio, tanta alma concentrada en una pequeña carcel, sin lugar.
Impotente, lloró con ella, y aún llora al pensar que se marchó perdida, y no puede ayudarla a volar. Llora por esa flor que amó un momento, que beso y acarició con cariño, y se prometió que la encontraría otra vez.
Llora impotente por la distancia que la condenaba a deambular, a no buscar y no encontrar nada que la haga cambiar, volver a ser la que nunca fue, porque no la dejaron ser. Florecer, viajar y amar: Vivir.
Olvidar la condena de una vida que creía merecer por ser el patito feo de su cuento, pero algún día será cisne, porque su alma ya lo es. Y el niño anhela que encuentre un camino a su esperanza, un atisbo de esa vida que rebosa, porque lo más importante de su vida es ella, pero tiene que creer. Romper sus cadenas y gritar quién es, porque este mundo necesita más flores que lo alegren y hay pocas bajo el cielo.
Ese día el niño sonreirá también.
Princesa, estrella y flor prisionera. Tres vidas en un alma confundida.
Para tí